sábado, 3 de enero de 2015

Chica de lluvia

Quiero una chica hecha de lluvia.
Una chica que me moje, que me haga ver el arcoíris en los días sin nubes. Para bailar bajo ella. Para empaparme, que sea capaz de calarme hasta los huesos, que me deje tiritando y pensando que ha pasado. Que sea sorprendentemente incontrolable. Que refresque las noches calurosas. Que sea un torrente de emociones. Que cree vida a mi alrededor.
Pero también, cuidado. La lluvia es delicada. Dicen que jugar con fuego es arriesgado, pero eso sólo es para los que nunca han jugado con agua. Jugar con agua es impredecible. Lo que parecía una pequeña tormenta de verano puede convertirse en un monzón que arrasa todo. Es imposible poner barreras ante ellas, porque si quieren, pueden hacer crecer la primavera entera en un colchón, pero también pueden devastar, asolar, arramblar, no dejar piedra sobre piedra, ahogarte en un mar de dudas.
Eso sí. Quizás sean las únicas chicas capaces de quitarte la sed en medio del desierto. Quizás después de una de ellas no te queden ganas de acercarte siquiera a otra chica por el riesgo de que también pueda llegarte hasta los pulmones con solo una mirada. Pero... ¿Qué es mejor, una neumonía provocada por el agua helada, o pasarte toda la vida seco?

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