Se inclino sobre el rostro sin vida y besó los labios con delicadeza a
su mejor amigo, Rudy Steiner. Rudy tenía un sabor dulce y a polvo, sabía a
reproche entre las sombras de los árboles y el resplandor de la colección de
trajes de anarquistas. Lo beso larga y suavemente, y cuando se retiró, le
acarició los labios con los dedos. Le temblaban las manos. Volvió a inclinarse
una vez más, pero esta vez perdió el control y sus labios carnosos no
acertaron. Sus dientes colisionaron contra el desolado mundo de Himmelstrasse.
No se despidió. No tuvo fuerzas. Minutos después, logro apartarse de él
y arrancarse del suelo. Me maravilla lo que los humanos son capaces de hacer
aunque estén llorando a lágrima viva, que sigan adelante, tambaleantes,
tosiendo, rebuscando y hallando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario