Un golpe en la puerta me devuelve a la realidad. Entonces veo una
maraña de largo pelo castaño, blanquísimas piernas y botas marrones que
aterriza de bruces en mi despacho. Reprimo la irritación que me sale
naturalmente ante tal torpeza. Me acerco enseguida a la chica, que está a
cuatro patas en el suelo. La sujeto por los hombros delgado y la ayudo a
levantarse.
Unos ojos claros y avergonzados se encuentran con los míos y me dejan
petrificado. Son de un color de lo más extraordinario, un azul nítido y
cándido, y durante un momento horrible siento como si pudieran ver a través de
mí. Me siento...expuesto. La idea me resulta tan inquietante que la borro
inmediatamente de mi cabeza.
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