...Sin embargo, lo amaba. Amaba su piel fina y blanca, sus
grandes ojos pardos oscuros. Lo amaba no porque se pareciera a un joven afable
y pensativo, sino porque era horroroso, atroz, aborrecible, y bello al mismo
tiempo. Lo amaba del mismo modo en que la gente ama lo perverso, por el
escalofrío que causa en la médula de sus almas. Imaginad, matar así, tomar la
vida en cualquier momento que a uno le apetezca, simplemente hacerlo, hundir
los colmillos en otro ser y arrebatar todo lo que una persona pueda dar de sí...
Daniel
Daniel
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