...En la cafetería se escuchaba el sonido
habitual de las bandejas de plástico al golpear contra las mesas de madera y de
los tenedores al raspar los platos, pero las conversaciones eran silenciosas.
Sin embargo más que la falta de ruido de todos los demás estaba el silencio en
donde debería haber estado ella, la Alaska burbujeante, vivaz, la narradora de
historias; en vez de ello, se sentía como esos momentos que se había
introyectado, cuando se rehusaba a contestar preguntas de cómo o por qué, sólo
que esta vez era para siempre.
Miles
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