-Cecy- dijo él, y cubrió la
mínima distancia que los separaba; de repente ya estaba besándola; sus manos
torpes sobre los hombros de ella, al principio, resbalando sobre el tieso
tafetán de su vestido antes de deslizarle los dedos por la nuca y hundirlos en
el suave cabello. Ella se tensó, sorprendida, antes de relajarse contra él, que
separó los labios al notar el dulce sabor de su boca. Cuando ella se apartó, él
se sintió como mareado-. ¿Cecy?- dijo él de nuevo con voz ronca.
-Cinco- repuso ella. Tenía
los labios y las mejillas ruborizados, pero su mirada era firme.
-¿Cinco?- repitió él sin
comprender.
-Mi valoración- dijo, y le
sonrió-. Tu habilidad y técnica quizá requieran un poco de trabajo, pero sin
duda hay un talento innato. Lo que requieres es práctica.
-¿Y estas dispuesta a ser mi
maestra?
-Me sentiría profundamente
insultada si escogieras a otra- contesto ella, y lo besó de nuevo.
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