Había
recibido un golpe a traición con lo que más me podía doler: el primer hombre
que había dicho quererme, nunca lo había hecho de verdad. Su pasión había sido
artificial. Su cortejo había sido coreografiado. Debí de haberle parecido una
presa tan fácil, tan manejable, tan acogedora para el primer hombre que
invirtiera un poco de tiempo y esfuerzo para ganarme. ¡ganarme! la misma frase
hacia que el dolor se intensificara. Jamás había pensado en mí como un premio.
Sookie
Sookie
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