Sintió la húmeda
pesadez de las propias ropas, frías y picantes contra la piel; el empalagoso
aire dulce de la cueva, más frío aún, y el peso de las manos de Jace sobre los
hombros, lo único que resultaba cálido. Y entonces él la besó.
Clary notó la caricia
de sus labios, leve al principio, y luego los suyos se abrieron automáticamente
bajo la presión. Casi contra su voluntad sintió que se tornaba dúctil,
estirándose hacia arriba para rodearle el cuello con los brazos tal y como un
girasol busca la luz. Los brazos de Jace se deslizaron a su alrededor, las
manos anudándose a sus cabellos, y el beso dejó de ser delicado y se convirtió
en fiero, todo en un único momento como la chispa convirtiéndose en llama.
Clary oyó un sonido parecido a un suspiro extendiéndose raudo por la corte como
una ola, en torno a ella. Pero no significó nada, se perdió en el violento
discurrir de la sangre por sus venas, en la mareante sensación de ingravidez
del cuerpo.
Las manos de Jace se
apartaron de sus cabellos y le resbalaron por la espalda: sintió la fuerte
presión de las palmas del muchacho contra los omóplatos...y a continuación él
se apartó, soltándose con suavidad, retirando las manos de la joven de su
cabello y retrocediendo. Por un momento, Clary pensó que iba a caer; sintió
como si le hubiesen arrancado algo esencial, un brazo o una pierna, y se quedó
mirando a Jace con confuso asombro: ¿Qué sentía él?, ¿No sentía nada? No creía
que pudiera soportar que él no sintiera nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario