De repente me arde la nuca y me la rasco
con una mano, incapaz de mirarla a los ojos, aunque los siento sobre mí a
medida que se alarga el silencio.
Después entrelaza sus dedos con los míos, y
me quedo mirándola, sorprendido. Le aprieto un poco la mano y, a través de mi
confusión y agotamiento, se abre paso la idea de que la he tocado media docena
de veces (todas por culpa de un error de juicio), pero esta es la primera vez
que ella me corresponde.
Entonces se da media vuelta y sale
corriendo para alcanzar a sus amigos. Y me quedo en el pasillo, solo, sonriendo
como un idiota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario