sábado, 7 de febrero de 2015

Divergente

Se me ocurre acercarme más a él, no por una razón práctica, sino sólo porque quiero saber qué se sentiría al estar tan cerca; solo porque quiero hacerlo.
“Tonta”, me dice una voz dentro de mi cabeza.
Me acerco y me apoyo también en la pared, ladeando la cabeza para mirarlo. Igual que en la noria, sé exactamente el espacio que nos separa: quince centímetros. Me inclino. Menos de quince centímetros. Noto más calor, como si emitiera una especie de energía qué solo ahora, a esta distancia, soy capaz de captar.

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