Bill me atrajo
al suelo junto a él, nos cubrió a ambos con la manta. Suavemente empujó mi
cabeza dentro del hueco entre su cuello y hombro.
Permanecimos allí en silencio lo que pareció
mucho tiempo, aunque tal vez fueran sólo minutos. Mi cuerpo se recostó contra
el suyo en un arraigado hábito como una necesidad; aunque no supiera si la
necesidad fuera específicamente por Bill, o la intimidad que sólo compartí con
él. Lo odié. Lo amé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario