...fue un sonido. Al
principio un rugido apagado y luego como el tam-tam de un tambor cada vez más
frecuente, como si una criatura inmensa se me viniera encima lentamente a
través de un bosque oscuro y desconocido, golpeando un gigantesco tambor. Y
luego se oyó el sonido de otro tambor, como si otro gigante se acercara detrás
del primero, concentrado en su propio tambor, sin prestar la más mínima atención
al ritmo del anterior. El sonido se hizo cada vez más fuerte, hasta que pareció
no sólo llenar mis oídos sino todos mis sentidos, estaba latiendo en mis
labios, mis dedos, en la piel de mis sienes, en mis venas. Sobre todo mis
venas, un tambor y luego otro tambor, y entonces, de improvisto, Lestat alzó la
muñeca y yo abrí los ojos y, en aquel instante, me tuve que dominar para no
agarrarle la muñeca y ponérmela de nuevo en la boca a cualquier costo; me
dominé porque me di cuenta de que el tambor había sido mi corazón y el segundo
tambor había sido el suyo...
Louis
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