A ninguno de
los dos le importa. Raúl coge a Valeria de la mano y la invita a sentarse en el
sofá. La chica se deja llevar bajo la oscuridad de la servilleta, que continúa
vendándole los ojos. Pero jamás había visto nada con tanta claridad. Y es que
aquellos besos sólo le confirman que quiere aquel chico con los cinco sentidos.
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