Incluso pensar la palabra
parece peligroso. Sus ojos se clavan en los míos y, conforme pasan los
silenciosos segundos, cada vez parecen menos duro. Oigo el latido de mi
corazón. Llevo demasiado rato mirándolo, pero, bueno, él me devuelve la mirada
y me da la impresión de que los dos intentamos decir algo que el otro no logra
oír, aunque quizá me lo imagine. Demasiado rato...y ahora más todavía, el
corazón me late más fuerte, sus serenos ojos me tragan entera.
Empujo la puerta y
salgo a toda prisa por el pasillo.
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