domingo, 31 de mayo de 2015

Santa María de las flores negras.

Después, tendida de cara al cielo, temblando aun de amor, Liria María yace como si toda la languidez del mundo se hubiese alojado en su cuerpo de niña. Con la popelina de la enagua pegada su piel blanquísima, besada apenas por el mar, tiene en su cuerpo el gesto de una sirena desmayada. Él, con toda la luz de la tarde convergiendo en sus ojos negros, la contempla en silencio. En esos momentos su corazón es un frágil volantín en vuelo sosteniendo por la pura brisa del amor de aquella niña tan dulce. Y se lo dice. Ella lo mira y piensa que la pasión le ha agregado mas carbón a sus ojos negros. Como nunca antes había amado, cada caricia y cada una de sus palabras de amor les resulta un descubrimiento nuevo, un asombro, una maravilla. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario