Sebastián le clavaba los negros ojos con
una aguda ansia; contrastaban con el cabello casi blanco, la pálida piel, el
ligero rubor rosa en las mejillas. La artista que había en Clary sabía que era
hermoso, del mismo modo que eran hermosas las panteras, o las botella de veneno
hirviente, o los pulidos esqueletos de los muertos. Luke le había dicho una vez
que su talento era ver la belleza y el horror en las cosas corrientes. Y aunque
Sebastián no tenía nada de corriente, en él, ella veía ambas cosas.
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