Ha bajado las
cejas, siempre rectas, hasta que se le han quedado prácticamente pegadas a los
ojos. Se me retuerce el estómago, en parte porque sé que está en lo cierto y no
quiero reconocerlo, y en parte porque quiero algo que no sé cómo expresar;
quiero apretarme contra el aire hasta hacer desaparecer el espacio que nos
separa.
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