Llevarse a
un chico como Rudy podría considerarse un robo por diversos motivos - tanta
vida por delante, tantas razones por las que vivir - y, sin embargo, estoy
segura de que le habría encantado ver los horribles escombros y la hinchazón
del cielo la noche en que murió. Si hubiera podido ver arrodillada a la ladrona
de libros junto a su cuerpo diezmado, habría gritado de alegría y girando sobre
sí mismo y sonreído. Le habría encantado contemplarla besándole los
polvorientos labios devastados por las bombas.
Sí, lo sé.
En la
profunda oscuridad de mi corazón de siniestros latidos, lo sé. Le habría
gustado sin duda.
¿Lo ves?
Hasta la
muerte tiene corazón.
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