Siento el impulso,
ya familiar, de salir de mi cuerpo y hablar directamente con su mente. Me doy
cuenta de que es el mismo impulso que me hace desear besarla cada vez que la
veo, porque un solo centímetro de distancia entre nosotros me resulta
insoportable. Nuestros dedos, apenas entrelazados hace un instante, ahora se
aferran con fuerza...
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