Meri sonríe
como puede. Lleva todo ese tiempo reprimiéndose. Pero, al ver que sus amigos la
tratan de esa manera, no logra contenerse más y rompe a llorar. Todos se
agrupan en torno de ella. La miman, la animan, la vitorean para que se siente
mejor y se tranquilice.
Es imposible.
Porque la tristeza de tener que irse se ha unido a la felicidad de sentirse tan
querida. Sus lágrimas son el fruto de ese mayúsculo choque de sensaciones.
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