Alzo la vista y me doy cuenta de que el crepúsculo ha sumido mi
suite en penumbra. La perspectiva de volver a pasar una noche solo es
deprimente, y estoy planteándome qué hacer cuando el móvil vibra sobre la
madera pulida del escritorio y un número desconocido, aunque vagamente familiar
y con el prefijo de Washington, aparece en la pantalla. De pronto, el corazón
se me acelera como si hubiera corrido quince Kilómetros.
¿Es ella?
Contesto
-¿Se...Señor Grey? Soy Anastasia Steele.
Una sonrisa idiota asoma en mi cara. Bien, bien. La jadeante,
nerviosa y dulce Steele. La noche empieza a mejorar.
-Señorita Steele. Un placer tener noticias suyas.
Oigo su respiración entrecortada, lo que provoca una reacción
inmediata en mi entrepierna.
Genial. Es evidente que ejerzo un efecto sobre ella. Del mismo
modo que ella lo hace sobre mí.
-Bueno...Nos gustaría hacer la sesión fotográfica para el
artículo. Mañana, si no tiene problema. ¿Dónde le iría bien?
En mi habitación. Solo tú, yo y las bridas.
-Me alojo en el hotel Heathman de Portland. ¿Le parece bien a las
nueve y media de la mañana?
-Muy bien, nos vemos allí- responde, entusiasmada, incapaz de
ocultar su alivio y la alegría que revela su voz.
-Lo estoy deseando, señorita Steele.
Cuelgo antes de que note mi excitación y lo contento que estoy. Me
arrellano en la silla mientras contemplo el horizonte anochecido. Me paso las
manos por el pelo.
¿Cómo voy a cerrar este trato?
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