Él rió de
improvisto, y el corazón de la Elena dio un vuelco y empezó a palpitar con
fuerza. Dios, era hermoso. Apuesto era una palabra demasiado pobre y gris. Como
de costumbre, la carcajada sólo duró un instante, pero incluso cuando sus
labios se serenaron dejó un vestigio en sus ojos.
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