Ana recoge la chaqueta y el bolso y, para mi sorpresa, alarga la
mano y se aferra a mi brazo.
Me quedo helado.
Mierda.
Mi ritmo cardíaco se dispara enloquecido, mientras la oscuridad
empieza a aflorar y se extiende y aprieta su garra alrededor de mi garganta.
-Está en la pista- Me grita.
Sus palabras cosquillean en mi oído, me distraen y ya no siento
tanto miedo.
De repente la oscuridad desaparece y las palpitaciones de mi
corazón cesan.
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