Pero lo que Stefan vio fue como un puñetazo en el
estómago, Katherine sonreía..., aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo
había compartido con él. Pero no le miraba a él. Miraba a Damon.
Stefan odió
a su hermano en aquel momento, odió la belleza morena y la gracia y la
sensualidad de Damon, que atraían a las mujeres hacia él como polillas a una
llama. Quiso en ese momento golpear a Damon, hacer pedazos aquella belleza.
Pero tuvo que permanecer allí y contemplar como Katherine avanzaba despacio
hacia su hermano, paso a paso, con su vestido de brocado dorado susurrando
sobre el suelo de baldosas.
Y mientras
él observaba, Damon extendió una mano hacia Katherine y sonrió con cruel
sonrisa del triunfo...
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