domingo, 6 de diciembre de 2015

Grey

Llega el ascensor y dejo que entre ella primero. Pulso el botón de la plata baja y se cierran las puertas. En ese espacio tan reducido tengo plena conciencia de su persona. Un efluvio de su dulce perfume invade mis sentidos...Su respiración se acelera, se entrecorta un poco, y me mira con una expresión luminosa y seductora.
Mierda.
Se muerde el labio.
Lo está haciendo a propósito. Y por una fracción de segundo me pierdo en su mirada sensual, cautivadora. No la aparta.
Se me pone dura.
Al instante.
La deseo.
Aquí.
Ahora.
En el ascensor.
-A la mierda el papeleo.
Las palabras salen de la nada y, de forma instintiva, la agarro y la empujo contra la pared del ascensor. Le sujeto las dos manos y las levanto por encima de su cabeza para que no pueda tocarme, y, cuando la tengo inmovilizada, la agarro del pelo mientras mis labios buscan los suyos y los encuentran.
Ella gime en mi boca, el canto de una sirena, y por fin la pruebo: menta y té y la suave jugosidad de un campo entero de frutales. Su sabor es todo delicioso que promete su aspecto. Me recuerda a una época de plenitud. Oh, Dios, cuánto la deseo. Le cojo la barbilla, le meto la lengua y noto que la suya me la acaricia con cautela...Explora, Sopesa, Palpa. Responde al beso.
Que delicia...
-Eres...tan...dulce-murmuro contra sus labios, completamente extasiado, ebrio de su fragancia y de su sabor.
El ascensor se detiene y las puertas empiezan a abrirse.
Haz el puto favor de centrarte, Grey.
Me aparto de ella y me mantengo fuera de su alcance.
Tiene la respiración agitada.
Yo también.
¿Cuándo fue la última vez que perdí el control?

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