martes, 1 de diciembre de 2015

No sonrías que me enamoro.

Al unisonó, se acercan la una a la otra y sus cabezas casi chocan. Sin ningún control, sin ningún reparo, se besan. Es un beso apasionado, fogoso, continuado. De intensidad mil, de dos personas que se han encontrado en el camino por casualidad y que por fin pueden disfrutar de lo que son: dos jóvenes que se gustan y a las que el qué dirán solo les preocupa al otro lado de la puerta de esa habitación del grito. En ese lado, simplemente, se dejan llevar.

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