Al unisonó, se acercan la una a la otra y sus cabezas casi chocan. Sin
ningún control, sin ningún reparo, se besan. Es un beso apasionado, fogoso,
continuado. De intensidad mil, de dos personas que se han encontrado en el
camino por casualidad y que por fin pueden disfrutar de lo que son: dos jóvenes
que se gustan y a las que el qué dirán solo les preocupa al otro lado de la
puerta de esa habitación del grito. En ese lado, simplemente, se dejan llevar.
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