El joven
coge de la muñeca a la chica y levanta en alto su brazo. En él se puede
apreciar con claridad una gran C dibujada con chocolate. A continuación, César,
sin darle tiempo para que reaccione, muy despacio y sin soltarla, se echa hacia
delante y aproxima su rostro al de ella. El olor a cacao es más fuerte e
intenso. Valeria no se aparta y ve como el chico que un día conoció en el metro
y que la está volviendo loca tiene su boca a sólo unos centímetros de la suya.
Contempla sus ojos misteriosos y cautivadores. Debería quitarse, liberarse y
marcharse de aquella cafetería. Olvidarse de aquel flautista de Hamelín para
siempre. Pero no lo hace. No puede hacerlo. ¿Por qué? No piensa. Es imposible
pensar en ese instante. ¿Y si lo besa? ¡Qué locura! No debe, pero... Val se
entrega a la suerte, se deja llevar...Sin embargo, él no. Suelta su brazo, se
echa hacia atrás de golpe y sonríe pícaro.
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