domingo, 15 de noviembre de 2015

No sonrías que me enamoro.

Y entonces María la ve. En uno de los ventanales de Starbucks, una jovencita rubia puesta de rodillas sobre un sillón la saluda haciendo gestos con la mano. Lleva un gorrito de lana de colores y no para de sonreír. Sin temor a exagerar, Meri piensa que aquel instante es uno de los más maravillosos que ha experimentado en su vida. También ella la saluda con la mano y con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

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