sábado, 21 de febrero de 2015

En llamas.

...A última hora de la tarde, tumbada con la cabeza sobre el regazo de Peeta, hago una corona de flores mientras él juguetea con mi pelo; de repente se queda quieto.
-¿Qué?- Pregunto.
-Ojala pudiera congelar este momento, ahora mismo, aquí mismo, y vivir en él para siempre.
Esta clase de comentarios, lo que me dejan atisbar su amor eterno por mí, me suelen hacer sentir culpable y horrible. Pero estoy tan cómoda, relajada y más allá de toda preocupación por un futuro que nunca tendré que dejo salir la palabra:
-Vale.
-Entonces ¿Lo permites?- Pregunta él, y noto por su voz que sonríe.
-Lo permito.
Sus dedos vuelven a mi pelo y yo me quedo dormida…


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