La
furia, pensó Tessa, aportaba una cierta satisfacción, mientras te dejabas
llevar por ella. Había algo curiosamente gratificante en gritar ciego de ira
hasta que te quedabas sin palabras.
Naturalmente,
después no era tan agradable. Cuando habías dicho a todos que los odiabas y que
no te siguieran, ¿a dónde ibas exactamente? Si volvía a su dormitorio, era como
decir que sólo había tenido una rabieta, que se le pasaría...
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