Me enamoré
de ella, pero no sabía decirlo. Ella me gustaba completita, tanto que me dejaba
sin ánimo de decirle lo que sentía por ella. El café de sus ojos me robaba el
insomnio de una noche fría y sola como la de hoy. Me volví adicto a su
presencia, a su magia, definitivamente a todo. Mi timidez me ganaba la partida
en gritarle con dulces palabras lo que significaba en mi ser. Cuánto me
gustaría sorprenderla con detalles únicos; sin embargo, espero en la menor
brevedad conquistarla como merece. En fin, me encanta.
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